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domingo, 25 de julio de 2010
CARTA A LOS CRISTIANOS - Julio de 2010
Hoja Interparroquial de la Prelatura de Cafayate
N°267 – Julio 2010
Queridos Amigos:
En el marco del Bicentenario recién estrenadito, cobra especial relevancia en este mes, el Día de nuestra Independencia Nacional como culminación de todo un proceso histórico de Liberación que comenzó a gestarse en 1810 y desembocó en el Congreso de Tucumán en 1816.
La Memoria y a la vez el Anhelo de Patria, debieran hacernos presentes los ideales por los que tanto lucharon y dieron su vida, en los orígenes de nuestra existencia independiente, son a la vez una promesa de alcanzar, cada vez más permanente, capaces de constituir un porvenir más venturoso, donde los desencuentros de ayer dejen lugar a la tarea de hacer una Patria en la que haya, definitivamente, un lugar para todos.
En este mes quisiera destacar también el Encuentro de Jóvenes que se va a realizar, Dios mediante, el 31 de Julio, en la localidad de Colalao del Valle. Simplemente compartir con ustedes, queridos jóvenes, un pensamiento: “Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, y hay quienes luchan muchos años y son muy buenos pero hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles” (Bertolt Brecht). Luchen, luchen, luchen, no dejen de luchar contra todo aquello que les quite la verdadera alegría, apuesten por la vida siempre y nunca bajen los brazos, sabiendo que con el esfuerzo y sacrificio todo se logra en la vida.
Ya para concluir, hago extensiva la invitación a toda la Prelatura a las “Jornadas de Evangelización y Sanación” a cargo del Padre Darío Betancourt, sacerdote colombiano, que estará en Cafayate los días 10 y 11 de Julio en el predio de Serenata. ¡Los esperamos a todos!
¡¡Un Cordial Saludo en Cristo y María Santísima del Carmen!!
Pbro. Beto Aguirrez – Párroco de Cafayate
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viernes, 23 de julio de 2010
COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO (17º TO "C")
El Evangelio de hoy es de san Lucas 11,1-13.
En la vida podemos pedir a Dios como a un Dios-salvavidas o como a un Dios-genio de la lámpara de aladino o Papá-Noel o como a un Dios-castigador, patrón malo.
Cuando los discípulos le piden a Jesús que les enseñe a orar le están pidiendo que les señale un modo de relacionarse con Dios, le piden que les muestra cómo es Dios. Y Jesús les enseña con su actitud y sus palabras a orar a un Dios que es Un Padre infinitamente bueno, a un Dios al que el llama papito.
El único modo de pedir es sintiéndose hijo, con confianza, sin miedo y sin caprichos. Así el Padrenuestro es el modelo de la oración de los hijos que piden al padre todo lo que necesitan para vivir como verdaderos hermanos tratando de hacer que este mundo sea una gran familia.
Con el Padrenuestro Jesús nos enseña a tener un corazón generoso, a querer para todos lo mismo que quiere Dios. Dios quiere que le pidamos con confianza de hijos, que sepamos que siempre nos escucha y que descubramos el modo y el tiempo en que nos responde aunque no coincida con los nuestros.
martes, 20 de julio de 2010
Dios, nuestro amigo
"Amigo que nunca falla" es una frase que, hasta no hace mucho tiempo, solía figurar en imágenes de Jesús
La sagrada Escritura dedica muchísimos pasajes a la amistad y, en particular, a la amistad con Dios. Dios es nuestro amigo, alguien con quien podemos entablar una charla, un amigo que conoce toda nuestra intimidad.
Ese Dios amigo se nos hace más cercano en el rostro humano de Jesús, rostro que está en el fondo de todo hombre que viene a este mundo. Si lo pensamos más detenidamente, rostro que subyace en las facciones de nuestros amigos.
Pero este amigo nuestro dista mucho de ser un compinche y, mucho más, de ser un cómplice. Sí, porque no se contenta ni busca un contacto superficial o momentáneo con nosotros, sino todo lo contrario. Procura nuestro bien, pero el bien profundo, ese que está más allá de "pasarla bomba"
Dios es un amigo que nos lleva a madurar como personas, haciendo lo que Él nos pide. Todo lo que requiere de nosotros es para arrancarnos de nuestras inmadureces egocéntricas. Es un amigo que procura nuestro perfeccionamiento. Sin embargo, estaríamos errados si pensamos que es sólo amigo de los perfectos. Efectivamente, una de las cosas que escandalizaba a los fariseos era que era "amigo de pecadores" y, en la noche de la tracición, a Judas lo trata con este apelativo: "amigo". Amigo seguirá siendo Simón Pedro y los Doce que lo abandonan el momento más crítico de su vida. Ni más, ni menos: Jesús es amigo de pecadores, pero para redimirlos, no para dejarlos esclavos de la maldad, ni hundirlos más en el pecado. Es el amigo que libera con su Misericordia.
Siguiendo un poco con el Evangelio del Domingo pasado, todos estamos invitados a sentarnos a sus pies, como María, hermana de Marta y Lázaro. Lázaro a quien Jesús también llama expresamente "amigo". Amigo ante cuya tumba llora y a quien resucita después de cuatro días de fallecido.
El Domingo que viene también Jesús nos hablará de Dios como amigo, cuando enseñe el Padrenuestro a sus discípulos. Alguien que no se desentiende de nuestras necesidades, dispuesto a dar el mayor de los dones a quienes se lo pidan, el Don del Espíritu Santo. Amigo que se preocupa por "el pan nuestro de cada día", de perdonarnos como perdonamos, de no dejarnos caer en tentación y librarnos del mal.
Sepamos recurrir siempre a Él, a nuestro amigo por excelencia
La sagrada Escritura dedica muchísimos pasajes a la amistad y, en particular, a la amistad con Dios. Dios es nuestro amigo, alguien con quien podemos entablar una charla, un amigo que conoce toda nuestra intimidad.
Ese Dios amigo se nos hace más cercano en el rostro humano de Jesús, rostro que está en el fondo de todo hombre que viene a este mundo. Si lo pensamos más detenidamente, rostro que subyace en las facciones de nuestros amigos.
Pero este amigo nuestro dista mucho de ser un compinche y, mucho más, de ser un cómplice. Sí, porque no se contenta ni busca un contacto superficial o momentáneo con nosotros, sino todo lo contrario. Procura nuestro bien, pero el bien profundo, ese que está más allá de "pasarla bomba"
Dios es un amigo que nos lleva a madurar como personas, haciendo lo que Él nos pide. Todo lo que requiere de nosotros es para arrancarnos de nuestras inmadureces egocéntricas. Es un amigo que procura nuestro perfeccionamiento. Sin embargo, estaríamos errados si pensamos que es sólo amigo de los perfectos. Efectivamente, una de las cosas que escandalizaba a los fariseos era que era "amigo de pecadores" y, en la noche de la tracición, a Judas lo trata con este apelativo: "amigo". Amigo seguirá siendo Simón Pedro y los Doce que lo abandonan el momento más crítico de su vida. Ni más, ni menos: Jesús es amigo de pecadores, pero para redimirlos, no para dejarlos esclavos de la maldad, ni hundirlos más en el pecado. Es el amigo que libera con su Misericordia.
Siguiendo un poco con el Evangelio del Domingo pasado, todos estamos invitados a sentarnos a sus pies, como María, hermana de Marta y Lázaro. Lázaro a quien Jesús también llama expresamente "amigo". Amigo ante cuya tumba llora y a quien resucita después de cuatro días de fallecido.
El Domingo que viene también Jesús nos hablará de Dios como amigo, cuando enseñe el Padrenuestro a sus discípulos. Alguien que no se desentiende de nuestras necesidades, dispuesto a dar el mayor de los dones a quienes se lo pidan, el Don del Espíritu Santo. Amigo que se preocupa por "el pan nuestro de cada día", de perdonarnos como perdonamos, de no dejarnos caer en tentación y librarnos del mal.
Sepamos recurrir siempre a Él, a nuestro amigo por excelencia
domingo, 18 de julio de 2010
COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO (16º TO "C")
El Evangelio nos muestra que Jesús había ido a visitar un hogar donde se da lo siguiente: mientras María lo escuchaba y le daba conversación, Marta lo atendía trayendo y llevando cosas de la cocina. Pero como a Marta le hubiese gustado ocupar el lugar de María se quejaba y protestaba.
Jesús no la reto por no estar sentada con María escuchándolo, sino por inquietarse y agitarse por muchas cosas sin importancia… por hacer las cosas de mal humor, y no disfrutar de estar compartiendo con él de ese modo
PREGUNTA
¿Cómo les parece que podemos encontrarnos con Dios?
Respuestas posibles: ayudando a los demás, siendo buenos, yendo a misa, rezando, etc.
Jesús nos enseña en este evangelio que hay distintos modos de encontrarnos con él y tenemos que saber aprovecharlos todos.
Cuando escuchamos a Jesús como María, atendemos su Palabra y rezamos, nos estamos encontrando con él. Cuando prestamos un servicio a los demás y lo hacemos con alegría y con mucho amor también nos estamos encontrando con él.
Por eso, si servimos o rezamos con Dios nos encontramos.
miércoles, 14 de julio de 2010
"Jesucristo, Señor de la Historia..."
Este título dado a Jesús en la Oración por la Patria, brota de la espiritualidad bíblica que concibe y manifiesta a Dios, como una Entidad Perfecta, pero sobre todo como una realidad Personal en relación con...
El Dios de Israel es Alguien que entra en contacto y lo hace no sólo con las personas individuales, sino también con el Pueblo, dentro de su historia. Así, ésta es un lugar de manifestación divina.
La imagen bíblica del Creador que se entretiene amasando el barro para formar a Adán tiene que ver con los procesos históricos que van delineando los rasgos humanos del hombre. Dios mete sus manos en el barro del hombre para construirlo a imagen y semejanza suya. Si queremos ir más a fondo podemos afirmar que el Señor se ensucia en la historia fangosa, para triunfar en ella sacando de su fondo, informe y oscuro, su obra maestra.
Esa obra maestra es Jesucristo. En la Biblia, Él es la Imagen Perfecta del Padre, el Nuevo Adán incorruptible, hacia quien deben tender todas las cosas. De allí que Jesús es el Señor de la Historia por una triple razón: la primera, por ser Divino y co-Creador con el Padre y el Espíritu Santo; la segunda, por ser quien redime la historia humana, mediante su Cruz y Resurrección; la tercera, por ser el punto final a donde ella se dirige.
En el tiempo presente estamos siendo amasados para arribar al punto final y, en ese proceso, encontramos idas y vueltas, rebeldía y obediencia al Plan de Dios. Puede llegar a haber compromisos con maldades personales y sociales. Puede que hasta se lleguen a imponer esquemas que contradicen frontalmente a la Salvación que Jesucristo trae a la tierra. Ya Jesús había dicho, tras el beso de Judas Iscariote: “esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas” (Lc 22, 53). Sin embargo, ello no implica que Jesús haya dejado de ser el Señor. De hecho, cuando, más tarde, Pilato le pregunta si es rey, la respuesta es contundente y clara: “Tú lo dices, yo soy rey”(Jn 18, 37) Tres días después Jesús resucitará, mostrando que no era un delirio lo que decía.
De ese señorío de Jesús, que pasa por la Cruz, somos partícipes nosotros. Por eso, no cabe en la comunidad cristiana ni el desaliento, ni el asombro frente a la hora trágica. Nuestro Reino no es de este mundo, pero comienza en él, y en él se va concretando; es un Reino en el cual Dios nos quiere comprometidos. Nuestros éxitos no son estadísticas, ni gestiones, ni leyes impuestas, sino la glorificación final de todos los que se acogen a la Misericordia. Ese Reino tiene un éxito impostergable e ineludible. Luchemos por entrar en él a partir de la hora presente, transformándola, en la medida de nuestras posibilidades, sabiendo que contamos con Dios
“Pronto regresaré trayendo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad!” (Ap 22, 12-14)
El Dios de Israel es Alguien que entra en contacto y lo hace no sólo con las personas individuales, sino también con el Pueblo, dentro de su historia. Así, ésta es un lugar de manifestación divina.
La imagen bíblica del Creador que se entretiene amasando el barro para formar a Adán tiene que ver con los procesos históricos que van delineando los rasgos humanos del hombre. Dios mete sus manos en el barro del hombre para construirlo a imagen y semejanza suya. Si queremos ir más a fondo podemos afirmar que el Señor se ensucia en la historia fangosa, para triunfar en ella sacando de su fondo, informe y oscuro, su obra maestra.
Esa obra maestra es Jesucristo. En la Biblia, Él es la Imagen Perfecta del Padre, el Nuevo Adán incorruptible, hacia quien deben tender todas las cosas. De allí que Jesús es el Señor de la Historia por una triple razón: la primera, por ser Divino y co-Creador con el Padre y el Espíritu Santo; la segunda, por ser quien redime la historia humana, mediante su Cruz y Resurrección; la tercera, por ser el punto final a donde ella se dirige.
En el tiempo presente estamos siendo amasados para arribar al punto final y, en ese proceso, encontramos idas y vueltas, rebeldía y obediencia al Plan de Dios. Puede llegar a haber compromisos con maldades personales y sociales. Puede que hasta se lleguen a imponer esquemas que contradicen frontalmente a la Salvación que Jesucristo trae a la tierra. Ya Jesús había dicho, tras el beso de Judas Iscariote: “esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas” (Lc 22, 53). Sin embargo, ello no implica que Jesús haya dejado de ser el Señor. De hecho, cuando, más tarde, Pilato le pregunta si es rey, la respuesta es contundente y clara: “Tú lo dices, yo soy rey”(Jn 18, 37) Tres días después Jesús resucitará, mostrando que no era un delirio lo que decía.
De ese señorío de Jesús, que pasa por la Cruz, somos partícipes nosotros. Por eso, no cabe en la comunidad cristiana ni el desaliento, ni el asombro frente a la hora trágica. Nuestro Reino no es de este mundo, pero comienza en él, y en él se va concretando; es un Reino en el cual Dios nos quiere comprometidos. Nuestros éxitos no son estadísticas, ni gestiones, ni leyes impuestas, sino la glorificación final de todos los que se acogen a la Misericordia. Ese Reino tiene un éxito impostergable e ineludible. Luchemos por entrar en él a partir de la hora presente, transformándola, en la medida de nuestras posibilidades, sabiendo que contamos con Dios
“Pronto regresaré trayendo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad!” (Ap 22, 12-14)
domingo, 11 de julio de 2010
EL EVANGELIO DEL DOMINGO (15 TO, "C")
Primera: Si debo amar a Dios con todo mi corazón, y si todo mi amor está en amar a Dios, entonces ¿con qué amor voy a amar al prójimo? Ya le di todo el corazón a Dios, entonces ya no tengo corazón para amar al prójimo. Esa pregunta es una típica pregunta de niño, pero no deja de apuntar a una realidad profunda. ¿Cómo puedo estar totalmente dedicado a Dios, y al mismo tiempo estar pendiente de las otras personas? Y hay una segunda pregunta perecida a esta, amar a Dios es amar el bien, la luz, la verdad, la belleza, la santidad, la grandeza, el poder, a aquel que me hace bien.
Segunda: ¿Cómo puede Dios pretender que estuvieran tan unidos esos dos amores? Porque Él nos manda, prácticamente en una sola orden, que unamos dos amores que son tan distintos; mientras que amar a Dios parece evidente, amar al prójimo parece a veces una tarea, un ejercicio muchas veces penoso.
¿Cómo se van a unir estos dos amores? ¿En qué corazón caben estos dos amores?
O sea que ya tenemos dos preguntas. La primera, si amo a Dios con todo el corazón, ¿qué corazón me va a quedar para amar al prójimo? Y la segunda: siendo tan distintos Dios y el prójimo, ¿cómo se pretende que un mismo corazón los ame a ambos?
Intento de respuesta: Yo creo que esta palabra "misericordia" nos ayuda a responder nuestras preguntas de niño. Me explico. La segunda es la que da vueltas y vuelatas en el corazón: "¿Cómo hago para amar a un Dios bueno, infinito, grande, y un prójimo tan limitado, tan mala clase a veces, tan complicado, tan difícil de querer?"
La palabra que une esos dos amores, el amor que une esos dos amores, es el mismo amor que unió la naturaleza divina y la naturaleza humana de Cristo en una sola persona, es amor de misericordia.
Si nosotros pensamos en el amor en términos de admiración (que esa es una especie de amor, es el amor con el que uno se enamora, la admiración por un bien), ese amor no va a servir para pegar estos dos amores tan distantes, porque precisamente el prójimo, cuando es difícil de amar, es porque no le veo nada de admirable, sino al contrario, de reprensible, de fastidioso.
Entonces si uno tiene en la cabeza el amor, la admiración, no hay manera de pegar esos dos amores, porque siempre debo sentir que admiro y admiro más a Dios, y me va a fastidiar más y más el prójimo, y entre eso voy a intentar refugiarme en Dios, y cuando ya sienta que estoy allá con Dios, entonces Dios me dice: "¿Y tu prójimo?". Aquí comienza la verdadera respuesta de esas dos preguntontas... Animate a hacer la experiencia del amor misericordioso de Dios que se une en el amor al hermano o hermana.
(Fray Nelson Medina op, resumida por Pbro. José Casimiro)
lunes, 5 de julio de 2010
JOVEN!!! TE INVITAMOS AL GRAN ENCUENTRO JUVENIL
LA PASTORAL JUVENIL DIOCESANA INVITA A LOS JOVENES A PARTICIPAR DEL GRAN ENCUENTRO DIOCESANO. Informes: diaconoleonel@live.com.ar
domingo, 4 de julio de 2010
COMENTANDO EL EVANGELIO DEL DOMINGO (XIV TO "C")
LOS LLAMADOS A LA MISIÓN NO SOLO SON EL PAPA, OBISPOS, SACERDOTES Y RELIGIOS@S....
Jesús llamó, además de los doce, a setenta y dos discípulos más. Pero no sólo los llamó sino que también los envió (misión). Yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos, todos estamos llamados a la misión. El “excusómetro” del Evangelio del Domingo pasado, nos tiene que haber ayudado a medir el nivel y la falsedad de nuestras “excusas”. Para Cristo no debería ni debe haber excusas.
No sólo tenemos que ser discípulos de Jesús (admirar, adorar, glorificar, llevar identificaciones, etc.) sino que hay que ser misioneros (testimoniar, anunciar, obrar, perseverar, orar, etc.); discípulos y misioneros de nuestro Señor, para que nuestras familias y comunidades, tengan vida en Él.
La Iglesia de Latinoamérica y del Caribe te invita a sumarte a la Misión Continental. Es vivir en un estado de misión permanente para pasar de una pastoral conservadora a una pastoral decididamente misionera. Yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos somos co-responsables de la única misión: El Reino de Dios en este mundo, para que Cristo sea adorado, anunciado y glorificado.
Abrámonos a la acción del Espíritu y nunca nos apartemos de Dios, el único que tiene palabras de vida eterna.
Que las dificultades de cada día no sean motivo de abandono sino oportunidades para unirnos más a Dios, como ocurrió con San Pablo.
Supliquemos que nuestros nombres están escritos en el cielo a través del testimonio auténtico.
Miremos a la Virgen María para que nos enseñe a decir Sí.
Jesús llamó, además de los doce, a setenta y dos discípulos más. Pero no sólo los llamó sino que también los envió (misión). Yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos, todos estamos llamados a la misión. El “excusómetro” del Evangelio del Domingo pasado, nos tiene que haber ayudado a medir el nivel y la falsedad de nuestras “excusas”. Para Cristo no debería ni debe haber excusas.
No sólo tenemos que ser discípulos de Jesús (admirar, adorar, glorificar, llevar identificaciones, etc.) sino que hay que ser misioneros (testimoniar, anunciar, obrar, perseverar, orar, etc.); discípulos y misioneros de nuestro Señor, para que nuestras familias y comunidades, tengan vida en Él.
La Iglesia de Latinoamérica y del Caribe te invita a sumarte a la Misión Continental. Es vivir en un estado de misión permanente para pasar de una pastoral conservadora a una pastoral decididamente misionera. Yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos somos co-responsables de la única misión: El Reino de Dios en este mundo, para que Cristo sea adorado, anunciado y glorificado.
Abrámonos a la acción del Espíritu y nunca nos apartemos de Dios, el único que tiene palabras de vida eterna.
Que las dificultades de cada día no sean motivo de abandono sino oportunidades para unirnos más a Dios, como ocurrió con San Pablo.
Supliquemos que nuestros nombres están escritos en el cielo a través del testimonio auténtico.
Miremos a la Virgen María para que nos enseñe a decir Sí.
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