"La parábola del buen samaritano",
conocida por muchos y practicada por pocos, hoy nos vuelve a sonar a nuestros
oídos. Dejémonos sorprender por esta parábola del Maestro.
Desde luego que Jesús es el Buen Samaritano y nosotros su pálido reflejo. Eso está fuera de toda duda. Estamos llamados a imitar día a día en cada gesto, actitudes y obrar. Aunque no pretendamos ser el buen samaritano sino aquellos que estimulados por el Buen Samaritano, hacemos el bien y creemos en Él.
La situación que nos presenta el evangelio de hoy fue suscitada por la pregunta del doctor de la ley que se acercó a Él. Su pregunta "quién es mi prójimo?" hoy la podemos cambiar, sin perder su sentido, por esta otra: Quién es mi hermano y quién es mi hermana? Esta pregunta nos debe interpelar a todos porque hoy decimos muy seguido: "estuve con un extraño", "en mi vida lo vi", "no, ni idea", "es un desconocido", "NN", etc.
Muchos de nosotros estamos viviendo unas relaciones muy parecidas a extraños y desconocidos. No se trata pues de un problema de conocimiento sino de actitud y opción que gana cada día más y más terreno.
Alguien dijo que el prójimo es alguien que llega a mi vida sin permiso y me invita a obrar como Dios ha obrado conmigo. Pensando en esto uno debería caer en la cuenta que todos los días Dios esta obrando con amor y misericordia en mi vida. Es por eso que yo no puedo tener otra respuesta para mi hermano y hermana que este mismo amor.
Es así que volvemos al mandato primero y principal: Amor a Dios y amor al prójimo. Ser buen samaritano no es una opción sino una orden de Jesús. Pero como? Se puede ordenar y obligar amar? En cierto modo sí. Por que? Porque Él nos amó primero. Él me amó y porque me amó murió por mi.
Jesús, te pido tu ayuda para obrar como buen samaritano y que tu Santo Espíritu me impulse todos los días a ello; que tu Santa Madre me inspire la santa perseverancia para descubrir el amor y la misericordia con que soy beneficiado cotidianamente.
Pbro. José Casimiro.-
Desde luego que Jesús es el Buen Samaritano y nosotros su pálido reflejo. Eso está fuera de toda duda. Estamos llamados a imitar día a día en cada gesto, actitudes y obrar. Aunque no pretendamos ser el buen samaritano sino aquellos que estimulados por el Buen Samaritano, hacemos el bien y creemos en Él.
La situación que nos presenta el evangelio de hoy fue suscitada por la pregunta del doctor de la ley que se acercó a Él. Su pregunta "quién es mi prójimo?" hoy la podemos cambiar, sin perder su sentido, por esta otra: Quién es mi hermano y quién es mi hermana? Esta pregunta nos debe interpelar a todos porque hoy decimos muy seguido: "estuve con un extraño", "en mi vida lo vi", "no, ni idea", "es un desconocido", "NN", etc.
Muchos de nosotros estamos viviendo unas relaciones muy parecidas a extraños y desconocidos. No se trata pues de un problema de conocimiento sino de actitud y opción que gana cada día más y más terreno.
Alguien dijo que el prójimo es alguien que llega a mi vida sin permiso y me invita a obrar como Dios ha obrado conmigo. Pensando en esto uno debería caer en la cuenta que todos los días Dios esta obrando con amor y misericordia en mi vida. Es por eso que yo no puedo tener otra respuesta para mi hermano y hermana que este mismo amor.
Es así que volvemos al mandato primero y principal: Amor a Dios y amor al prójimo. Ser buen samaritano no es una opción sino una orden de Jesús. Pero como? Se puede ordenar y obligar amar? En cierto modo sí. Por que? Porque Él nos amó primero. Él me amó y porque me amó murió por mi.
Jesús, te pido tu ayuda para obrar como buen samaritano y que tu Santo Espíritu me impulse todos los días a ello; que tu Santa Madre me inspire la santa perseverancia para descubrir el amor y la misericordia con que soy beneficiado cotidianamente.
Pbro. José Casimiro.-