viernes, 15 de abril de 2016

Domingo del Buen Pastor

El domingo IV después de Pascua es también llamado del Buen Pastor y la Iglesia lo reserva para rezar por las vocaciones de especial consagración.

Se consideran tales aquellas a través de las cuales el Señor convoca a algunos bautizados a vivir una entrega total de sus vidas, a tiempo completo, por el Reino de los Cielos. Como Jesús que se dedicó pura exclusivamente a su difusión, hay cristianos que quieren imitarlo a pleno en esto. Estos son quienes están llamados al ministerio sacerdotal, también los que están convocados a la práctica de los concejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia ya sea perteneciendo a alguna comunidad de determinado carisma, ya sea viviendo en el mundo como laicos consagrados, perteneciendo al orden de las vírgenes o viviendo como anacoretas en absoluta soledad. Los hay también quienes viven estos tres votos de manera privada.

El Papa Francisco en este año nos recuerda que estas vocaciones especiales surgen de la espiritualidad del Bautismo. No son son fruto de merecimientos personales o premio a virtudes superiores. Nacen de la misericordia de Dios. Si son elegidos lo son porque el Señor los miró con misericordia (MV8)

Por otra parte también nos advierte que tales vocaciones se originan y se mantienen gracias a la mediación de la comunidad entera de la Iglesia. No se trata por tanto de ambiciones personalistas o egoístas que simplemente buscan la propia satisfacción. Y, porque nacen a través de la Iglesia tienen por objeto servirla. De esta forma, no se puede pretender vivir una de estas vocaciones como una relación exclusiva entre el candidato/a y Dios, en donde los demás no tienen nada que hacer; todo lo contrario. De allí que el servicio eclesial que de estas vocaciones se desprende está en orden a toda la Iglesia, incluso por encima de las particularidades de los propios carismas y lugares en los que la vocación surge.  El Papa dice: Nadie es llamado exclusivamente para una región, ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos.

Siguiendo la invitación del Santo Padre recemos para que las vocaciones nazcan, crezcan y sean sostenidas por la Iglesia toda. Hagamoslo con confianza en Dios que siempre llama y con la esperanza de que los convocados respondan afirmativamente a lo largo de toda su vida.


Sepámonos todos parte del débil rebaño de Jesús que, pastoreado por Él, está llamado a entrar en las praderas del Reino de Dios con la certeza de que nadie puede arrebatarnos de las manos divinas (Cf Jn 27,30)


Mensaje del papa Francisco para la 53ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (IV Domingo de Pascua, 17 de abril de 2016)