Este Domingo celebramos Pentecostés.
Cincuenta día después de la Pascua, el Espíritu Santo descendió sobre la primera comunidad fundada por Jesús y desde entonces ella ha proclamado el Evangelio a todos los hombres.
No fue esa la primera vez que recibieron el Espíritu, pero a partir de entonces el testimonio se hizo universal, de allí que con Pentecostés se inaugura el tiempo de la Iglesia como continuadora de la obra redentora de Cristo.
En el año de la Fe debemos tener muy presente que esta misma Fe es un Don otorgado por Dios en el Bautismo, lo cual se atribuye principalmente al Espíritu Santo. Sin embargo no se trata de una gracia divina para que la gocemos en el interior de nuestro corazón privadamente. Nada más lejos del cristianismo que una vivencia religiosa puramente emocional e interna.
El acontecimiento de Pentecostés nos recuerda que la Fe es para compartirla y proponerla en el respeto que toda conciencia humana merece. En definitiva, la Fe es para proclamarla. Predicarla no es proselitismo que busca adeptos. Es anuncio de la verdad revelada por Dios para la felicidad eterna de sus hijos.
Pero, ¿qué es esa Verdad Revelada? Días atrás, hablando sobre Pentecostés, el Papa Francisco decía "La verdad no se aferra como una cosa: se encuentra. No es una posesión, es un encuentro con una Persona", la de Jesús. Compartir y proclamar la Fe es colaborar con ese encuentro.
Es el Espíritu Santo el que propicia ese contacto con Jesús: en primer lugar en nosotros mismos y también en el corazón de los demás. Colaborar en que ese encuentro se produzca y sea fecundo es anunciar la Fe que hemos recibido.
Por eso hay que pedirle al Espíritu Santo que el contacto que tenemos con Jesús sea siempre más y más profundo y pedirle ser buenos colaboradores suyos en el encuentro con la Verdad que nuestro prójimo necesita.
Vivamos este Pentecostés 2013 invocando la fuerte presencia del Espíritu Santo en nuestras personas y en nuestras comunidades. Tratemos de conocerlo cada vez más y prestarnos a su acción Divina.
Un breve PPS