El Triduo Pascual es sumamente expresivo en la piedad de la Iglesia.
Comienza el Jueves Santo y termina el Domingo de Pascua.
Durante esos días son muy conmocionantes las lecturas de la Pasión del Señor.
Por ello es importante no dejarse arrastrar por un "dolorismo" fácil y sentimental o por el cultivo de sentimientos de culpa que no aprovechan en nada a quienes lo tienen.
La Passión de Jesús no es para que sintamos lástima de Él, ni para que nos acusemos infructuosamente de sus sufrimientos.
Sentir pena o culpa por lo que le pasó a Jesús, no nos lleva a replantearnos la vida. Podemos llorar mucho y seguir en la misma. Cristo no ha muerto para eso, para que sigamos igual.
Mirar a Cristo crucificado, presentado en las Sagradas Escrituras, nos lleva a reconocer el gesto más elocuente y veraz del Amor de Dios por los hombres.
Descubrir ese amor es lo que hace verdaderamente cristiana la vivencia de la Semana Santa. Porque es entonces cuando tomamos conciencia de la respuesta que debemos dar a ese mismo amor.
Una respuesta amorosa que debe superar los fáciles sentimentalismos y concretarse, verificarse, en la caridad. Caridad que muchas veces pide la crucificción de nuestros egoísmos, la muerte a nuestros pecados, la negación a poner por obra nuestras maldades.
Tomar conciencia de ese Amor que nos pide amor, es vivir la Semana Santa cristianamente.
Roguemos a María Santísima, ofrecida como Madre nuestra al pié de la Cruz que seamos verdaderos discípulos de Jesús Crucificado, para que muriendo con Él a nuestro mal, resucitemos con Él al bien que Dios y la humanidad esperan de nosotros.
¡Felioces Pascuas!