DAR LAS GRACIAS Y CON LO QUE LAS MERECE
(Lc 17, 11-19)
¿Cumpliendo cada uno de estas leyes nos
consideremos sanos-salvos? Estamos en camino permanente y en la búsqueda
constante de la sanación y salvación.
«El
Evangelio pone en escena a diez leprosos curados por la fe en Cristo; esta fe
obtiene la salud y no la ley, ya que es un extranjero, un separado, un
cismático, profundamente despreciado por los fariseos, el que supera a los
demás en la aproximación a Cristo. Se falsearía el eje esencial del texto
evangélico si se viera en él en primer lugar un reproche de nuestra ingratitud
con Dios. Es cierto que muchas veces cometemos esta ingratitud y que uno de
nuestros primeros deberes es dar gracias a Dios. Pero ésta no es más que una
lección accesoria de nuestro relato. (...) Los leprosos se fían. Durante el
camino son curados. Y entonces pasa esto: Los que están sometidos a la Ley, los
nueve judíos, se atienen a la aplicación de esta Ley y con ello se consideran libres
de deudas. Sólo el décimo "comprendió". En lugar de ir, con los
otros, a cumplir con una Ley inútil, "vuelve sobre sus pasos",
"glorificando a Dios", "dando gracias a Jesús". En adelante
será por Jesús por donde pase la gloria de Dios y toda la Eucaristía (cf. Jn 4.
20-26). Y es un samaritano el único que ha comprendido esto» (PUYO/REY-MERMET).
Vos y yo
tenemos los diez mandamientos de la ley de Dios, los 5 mandamientos de la
Iglesia y muchos cánones donde están nuestras obligaciones y nuestros derechos;
la pregunta es: ¿cumpliendo cada uno de estas leyes nos consideremos sanos-salvos?
El Evangelio del hoy nos hace ver la sanación y la salvación de un modo
distinto. Interioricemos más la situación de los leprosos y cambiemos nuestras
ideas del cumplimiento, del deber y de lo mandado.
Encontrarse con Dios es el gran reto del
hombre sobre la tierra. Quiera o no reconocerlo, así es. Encontrarse con Dios es, sobre todo, el gran reto para un
cristiano que, por el hecho de serlo, no
quiere
decir que lo haya ya encontrado, ni mucho menos. Podemos vivir toda una vida llamándonos cristianos y no haber descubierto de verdad a Dios, ni
siquiera haberlo barruntado.
Ojalá que con la perseverancia y confianza
en Dios, Padre Misericordioso, Cristo Salvador y el Espíritu Santificador, cada
uno de nosotros reciba aquello que implora. María, Madre del Salvador, ruega
por nosotros. Amén.
Pro. Josè Casimiro
Parroquia Ntra. Sra. del Rosario
Colalao del Valle