viernes, 27 de mayo de 2016

Reflexiones de Corpus Christi

  1. Misericordia y Eucaristía
La Eucaristía es el gesto de Misericordia que Cristo nos dejó la noche de la Última Cena. Quiso quedarse personalmente con nosotros. No nos dejó un símbolo, ni una imagen, sino su propia persona viva, vencedora de la muerte y de todo pecado.
Conocedor de los dolores que nos aquejan se quedó para fortalecernos en las dificultades, para iluminarnos en las responsabilidades que debemos asumir en nuestra vida y en la historia de nuestro pueblo.
No se quedó para que nos aislemos del mundo buscando una intimidad falsa con él, sino para que vivamos su amistad hondamente en la carne del hermano solo y desamparado. Sí, porque así como el Señor se identificó con el pan y el vino, también se identificó con los más pequeños que sufren. Se quedó en la Hostia y en el prójimo doliente.
No se quedó porque lo merezcamos, se quedó porque lo necesitamos, se quedó gratuitamente por amor, por misericordia. Misericordia para todos, no sólo para los que están en pecado, sino para todos, porque todos la necesitamos. Aquí no hay superiores, aquí todos somos necesitados del amor misericordioso de Cristo hecho carne en el seno de la Virgen, hecho pan en la Santa Misa, hecho prójimo en la calle y en el día a día.

Remos: Jesús, misericordia que se hace pan del camino, escúchanos

Para que te busquemos en cada celebración de la Misa, en la adoración sencilla y te encontremos misericordioso.
Para que te busquemos en cada hermano que sufre abandono, desprecio, postergación, ignorancia, desconcierto, injusticia, humillación y seamos misericordiosos contigo.
Para que te descubramos vivo, siempre misericordioso y dejemos de lado nuestros perfeccionismos que nos llevan a la soberbia.

     2. Iglesia misericordiosa y eucarística

Iglesia que se alimenta de la Eucaristía sólo puede ser misericordiosa, porque la Eucaristía es el gran gesto de misericordia de Cristo. Pretender una Iglesia perfeccionista, llena de rigor para todos, que sólo sabe aplicar normas y prescripciones, es traicionar la Eucaristía que es fuente y cumbre de su vida.
Por eso nuestra parroquia, está llamada a ser “casa de misericordia” Hogar en el que el pecador encuentra su reconciliación, donde el pobre encuentra la dignidad que Dios le dio, donde todo aquel que sufre en su espíritu y en su cuerpo halla la paz que lo fortalece para seguir adelante.
Tal vez no estamos acostumbrados a esta forma de Iglesia. Por eso el Papa nos invita en este Jubileo de la Misericordia a recobrar el rostro amable de una comunidad misericordiosa

La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia (MV 10)
Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia (MV 12)

Recemos: Jesús, has de nuestra Iglesia un oasis de misericordia
·       
          Por las personas que se consideran alejadas de la Iglesia, para que sepamos atraerlas mostrándoles el amor del Señor. 
·         Para que imitemos el Corazón misericordioso de Cristo que ofrece su perdón a quien se arrepiente.
·         Para que los sacerdotes te hagan presente en la Eucaristía y en el Sacramento de la Reconciliación.

3                3. Familia misericordiosa y eucarística

El primer lugar para aprender a amar gratuitamente es la familia. Es en su interior donde se dan un sinfín de situaciones en las que podemos sacar lo mejor de nosotros mismos y también lo peor. Para los cristianos es posible reaccionar bien solamente si nos nutrimos con la Persona viva de Jesús, presente en la Eucaristía, que nos habla a través de su Palabra.
Sin embargo, esto no es un seguro para ser buenos. A veces las situaciones son tales que no reaccionamos como verdaderos cristianos o ponemos un mal ambiente en nuestro hogar. Cuando esto nos pasa es bueno recordar que contamos con la Misericordia del Señor. Con ella podemos recomponer nuestro corazón, reconociendo nuestros errores, luchando por enmendarlos y dar así a nuestra familia una oportunidad más de reconstruirse.
Si no reconocemos a Jesús como fuente inagotable de misericordia, no podremos mantener nuestras familias. Si no nos alimentamos con su Persona en la comunión, con su Palabra en la oración, con su Caridad en el trato con los más necesitados, nuestra vida hogareña va al fracaso.
Cuando el Señor está en el hogar las cosas puede que no sean perfectas, pero pueden ir mejor. Podemos realizar nuestra vida familiar caminando de reconciliación en reconciliación, aceptando nuestras debilidades para corregirlas entre todos, agradeciendo y acrecentando nuestras fortalezas.
Familia es escuela de misericordia. Hay necesidad de educar en ella desde el primer día. Las instituciones educativas deben sumarse a esta educación en aras de una sociedad más sana.
El hogar es lugar privilegiado para ejercitar la misericordia intergeneracional. Siempre y continuamente debemos caminar en la reconciliación

Recemos: Jesús, llena nuestras familias de misericordia
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          Para que haya cada vez más respeto por la dignidad de la mujer y se valore el aporte que hace en el hogar y en la sociedad.
·         Para que los padres acepten su responsabilidad frente a los hijos, los promocionen en sus capacidades y los respeten en su libertad.
·         Para que los mayores sean respetados por los más jóvenes, sean reconocidos en su sabiduría y experiencia, sean considerados con paciencia.

4         4. Misericordiosos como el Padre

Jesús nos muestra el rostro misericordioso del Padre que nos ama y perdona. El Espíritu Santo es quien, por pura misericordia, hace posible que el Hijo de Dios se haga presente en el altar de la Misa y hace efectivo el perdón de nuestras faltas. Dios lo hace todo por misericordia, nos cubre con ella.
Si todo quedara allí recibiríamos este don egoístamente. Pero Dios no quiere eso,  no ha querido “empacharnos” de misericordia. Por eso nos enseña que sólo los misericordiosos alcanzan misericordia (Cf Mt 5,7) y por eso nos pide que seamos “misericordiosos como el Padre de los cielos es misericordioso” (Lc 6,36) No quiere seamos como aquel servidor que, habiendo sido perdonado por su Rey, después no quiso perdonar a su semejante y, a causa de esa mezquindad de corazón, sufrió el castigo (Cf Mt 18, 23-35)
La misericordia que nos pide Jesús es estar atentos al dolor del otro para salir auxiliarlo, sintiendo en nuestra propia carne su sufrimiento. Es tener el corazón alerta para no dejarse vencer por la el odio y la venganza y perdonar sin que el rencor gobierne nuestra vida.
La misericordia entre nosotros es la semilla del Reino de los Cielos que puede ir transformando nuestra comunidad, para que no sea un sinfín de resentimientos que no nos dejan prosperar.
Efectivamente, nuestra sociedad es predominantemente cristiana, pero no todos están obligados a seguir nuestro credo. Sin embargo los ideales que propone el cristianismo pueden ser útiles a la vida social y entre ellos el de la misericordia es propiamente cristiano.
La misericordia que la Iglesia recibe de Dios y se esfuerza por vivir es una invitación a la comunidad política a saber abrazar al diferente e incluso a aquel que pueda resultar contrario a los intereses  sectoriales en tanto y en cuanto procuren el bien común.
Para los cristianos, sobre todo los comprometidos en política, se trata de encontrar en el cuerpo del prójimo el cuerpo de Cristo para ser misericordioso con él. Ir al encuentro del pobre no para ser paternalista, sino hermano del camino.

Recemos: Jesús, haznos misericordiosos como el Padre
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            Para que trabajemos juntos por nuestros derechos sin generar violencia.
·    Para que no nos encerremos en los intereses de nuestro propio sector dejando a los demás desprotegidos.
·       Para que sepamos superar nuestras diferencias en pos del bien común.


María,
Madre de la Misericordia hecha carne y hecha pan, ruega por nosotros