Con todo, es bueno tener en cuenta que así como todos participamos de la misión de Jesucristo, Sacerdote, Profeta y Rey por el Bautismo, todos también participamos de su pastoreo. De distinta manera según la vocación de cada uno, por supuesto. En efecto, la diferencia entre el sacerdocio común de los fieles y el ministerial es no sólo de grado, sino de orden. Pero como sea no se trata de compartimentos estancos, sino que el uno está ordenado hacia el otro.
El Papa, en el mensaje para la Jornada de Oración por las vocaciones, comenta aquel pasaje del Evangelio en el que Jesús les dice a sus discípulos que es necesario rogar al dueño de la mies que envíe trabajadores para la cosecha y habla de la fertilidad de los campos de Dios. Tal fertilidad no depende de los hombres, sino de la gracia divina a la que hemos de cooperar libremente. Invita a que nuestra confianza se centre entonces no en los hombres, sino en el Señor.
Aveces hacemos al revés, sobre todo en lo que respecta a la jerarquía eclesiástica. Los campos son del Señor, el rebaño también. Feliz el sacerdote o el Obispo que se presta a la acción del Dueño de los sembrados, pero infeliz aquel (sacerdote o laico) que confunde al obrero con el propietario de la mies.
Quienes caen en esa confusión, se exponen a la decepción que inevitablemente producen los hombres a causa de sus limitaciones, de las cuales no carecen los miembros de un clero. Se exponen también a sufrir desapegos, porque los sacerdotes no llegan para quedarse perpetuamente en una comunidad. De esas desilusiones y esos desapegos, sólo se salvan los que aprenden a mirar el rostro del Dueño de los sembrados, por encima y en el fondo de las caras de sus cosecheros.
Quienes se confunden en esto también pueden ser víctimas de la tentación de cierta irresponsabilidad. Son aquellos que pretenden que todo lo solucionen los curas: los problemas de los jóvenes, las adicciones, la violencia, los conflictos matrimoniales, la niñez, la educación y hasta cuestiones económicas o políticas. Normalmente son los que suelen hacer la pregunta retórica ...y ¿qué hace la Iglesia? Así se desligan de lo que les corresponde aportar a la sociedad, en el mundo civil, comercial, profesional y en sus propias casas. Esto es desentenderse del pastoreo de Jesús del que todos, en diverso grado, participamos.
Sin duda que en estas cosas les corresponde a los sacerdotes contribuir con orientaciones desde la fe, pero sin duda también que son los laicos, en sus respectivos ámbitos, quienes deben cumplir su deber e iluminar el camino de aquellos que les fueron encomendados por la Providencia. Todos debemos aceptar la cuota de responsabilidad que nos cabe en la construcción de la sociedad actual y del Reino de Dios. No es cosa de unos y no de otros; es de toda la fraternidad de la Iglesia. El Martín Fierro dice con toda verdad: cada lechón en su teta es el modo de mamar.
Siguiendo la liturgia del día en la que Jesús se presenta como la puerta de las ovejas, aquella a través de la cual se puede entrar y salir para alcanzar la salvación (Cf Jn 10, 7-8) Feligreses y sacerdotes, partícipes del pastoreo del Señor, debemos esforzarnos por conducir los acontecimientos de la historia y las personas implicadas en ellos hacia ese Cristo. Él es la puerta que desemboca en la realización de todas nuestras expectativas de realización humana y sobrenatural.
Por eso, mientras dirigimos todo hacia Jesús, nosotros mismos hemos empeñarnos en entrar por esa puerta, porque mal podemos pedirles a los otros que ingresen por ella, si la desconocemos totalmente. Entrar por la puerta significa hacer propios los criterios de Dios, manifestados en su Palabra y en el trato personal con Él. Dejar de lado los criterios de la mundanidad, la dominación y el egoismo. Sin duda que es una lucha por eso Jesús nos advierte:
Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida (Mt 7, 13-14)
José Demetrio Jimenez Obispo de Cafayate |
El Domingo del Buen Pastor está signado este año por un hermoso gesto de la Providencia Divina hacia esta Prelatura de Cafayate. Desde sus vísperas seremos pastoreados hacia Cristo, puerta de las ovejas, por Mons José Demetrio Gimenez, nuestro nuevo Obispo. Desde aquí queremos elevar una oración a la Virgen del Rosario Sentadita, por él y sus intenciones y también por nosotros que formamos la Grey de Cristo, peregrina en el Valle Calchaquí. El Señor le de la valiente y humilde sabiduría en este servicio a su Iglesia.
Mariano Moreno Obispo emérito de Cafayate |
Por otro lado, nunca será suficiente la gratitud que podremos darle al Señor por el don de la persona de Mons Mariano Moreno. Gracias a Dios quiere quedarse con nosotros aquí, lo cual prolonga ese regalo divino. Gracias, padre Obispo.