Unamos nuestra oración a la de nuestros hermanos católicos y no católicos del mundo entero, agradeciéndole a Dios por los dones recibidos a través de Benedicto XVI, pidiendo por su persona y por los Cardenales que elegirán su sucesor.
Oremos con la serena alegría de quienes saben que todo está en las Benditas Manos del Dios Altísimo y no en las nuestras.
Dejémonos asombrar por la Providencia Divina..., una vez más
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