Hoja interparroquial de la Prelatura de Cafayate Nº 272
Queridas familias:
En el Adviento la comunidad cristina es convocada a preparar la Navidad, a crecer en la esperanza, a acoger con fe la venida continuada de su Señor, Cristo Jesús. Es un tiempo hecho sacramento, es decir, signo eficaz de la gracia que Dios comunica a su Iglesia y de la fe con que la comunidad cristiana acoge este don divino siempre nuevo.
El Adviento forma una unidad de movimiento con la Navidad y la Epifanía. Las tres palabras vienen a significar lo mismo: venida, nacimiento, manifestación. El Dios que ha querido ser “Dios-con-nosotros” entró hace dos mil años en nuestra historia en Belén, historia y presencia divina que se actualizan sacramentalmente durante este tiempo fuerte, el Adviento. Es pues, un tiempo ante todo de gracia, y simultáneamente un espacio de formación permanente para nosotros, al proponernos una fuerte profundización de la vida cristiana en sus actitudes fundamentales de fe y esperanza. Estas dos inevitables virtudes humanas y cristianas son las que mejor definen a nuestra Señora del Amén y de la Esperanza.
Celebrar el 8 de diciembre de la festividad de la Inmaculada Concepción, no es una casualidad, sino una causalidad que enriquece al Adviento, al llamarnos desde la pureza de nuestro corazón a madurar nuestra fe y esperanza. Por eso, cuando decimos que el Adviento es un tiempo entrañablemente mariano, que será continuado después por la Navidad y Epifanía, estamos diciendo algo básico para nuestra vida cristiana.
María de Nazaret, la Madre del Mesías, estuvo siempre al lado de su Hijo “Dios-con-nosotros”, en todos estos decisivos acontecimientos por voluntad divina. Por eso María es el mejor símbolo de la Iglesia peregrina que celebra la venida de Cristo Salvador, la mejor Maestra de la espera de Adviento, de la alegría contagiosa de la Navidad y del significado misionero de la Epifanía.
Además, las fiestas de la Inmaculada Concepción, de la Sagrada Familia y de Santa María Madre, confieren a estas semanas un mayor contenido y simbolismo mariano. Por eso, debemos señalar cómo la liturgia del Adviento, al unir la espera mesiánica y la esperanza del feliz retorno de Jesús al final de los tiempos con el admirable recuerdo de la Madre, presenta un admirable equilibrio a la hora de expresar el culto litúrgico de este tiempo de preparación y espera mesiánica. Equilibrio que puede ser tomado como algo rigurosamente orientativo, para evitar los excesos que a veces acompañan a algunas formas de la piedad popular.
El culto a la Virgen tiene que tener como centro de inevitable referencia, a Cristo Salvador. De ahí que continúe en vigor la famosa consigna del fundador de la devoción La Esclavitud Mariana, San Luis María Griñón de Monfort: a Jesús por María. Como conclusión, nos haría mucho bien leer la exhortación mariana de Pablo VI, Marialis cultus, el culto a María.
P. Emiliano Sánchez Pérez, OSA
Parroquia de Santa María
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