Hoy la Iglesia nos invita a recordar la Asunción de María Santísima en cuerpo y alma a los Cielos.
Basado en testimonios antiquísimos de la Tradición de la Iglesia el Papa Pío XII declaró este acontecimiento como Dogma de Fe en 1950. Recordemos que la Tradición es uno de los canales de la Revelación de Dios, junto con la Biblia. La Sagrada Escritura, por su parte alude también a la realización de esta glorificación en cuerpo y alma que esperamos se cumpla también en cada uno de nosotros al final de los tiempos. Después de Jesús es en María Virgen en quien se corrobora tal glorificación.
El Evangelio que la Iglesia propone para el día de hoy es el de la visita de María Santísima a Santa Isabel, narrado por Lucas. María estaba ya gestando en sus entrañas virginales a Cristo e Isabel llevaba seis meses de embarazo, a pesar de su vejez, del que más tarde sería Juan el Bautista.
Es muy interesante notar que en este texto se encuentran, a demás del Canto de la Virgen (Magnificat), la frase del Ave María que durante siglos la Iglesia ha rezado: Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Se halla también el gran título de la Virgen tal como lo rezamos en la misma oración, cual es el de Madre de Dios. Efectivamente, Isabel se dirige a ella tratándola como la madre de mi Señor. Conviene tener en cuenta que el título Señor como lo expresan los Evangelios al referirse a Jesús, es el equivalente al que usan los libros del Antiguo Testamento y toda la tradición judía para referirse únicamente a Dios. Vistas así las cosas, ya desde el inicio la comunidad cristiana entendía la Maternidad Divina de María.
Este Evangelio de Lucas presenta a la Virgen dirigiéndose a las montañas de Judá. La que ha sido sido subida en cuerpo y alma a la gloria, antes ha subido esas montañas movida por la Caridad. Son dos subidas que se complementan: para subir a los cielos es necesario antes haber subido las laderas escabrosas del servicio al necesitado; igual que la Virgen.
Nosotros esperamos ser glorificados en cuerpo y alma al final de los tiempos, gracias a Cristo el salvador, muerto y resucitado. Y para alcanzar esa exaltación sobrenatural, definitiva y eterna de nuestra naturaleza, es necesario imitar a María que sube las montañas de Judá para llevar su ayuda; es necesario seguir a Jesús que sube las laderas del Calvario para ofrecer su vida al Padre por amor a los hermanos.
Le pidamos a la Virgen María que ha subido glorificada por Dios al Cielo en cuerpo y alma, porque antes ha subido hermosamente las montañas de Judá para brindar auxilio, que nosotros podamos hacer el mismo itinerario. Ascender por las costosas cuestas de la caridad para con el prójimo para ser llevados después por la mano misericordiosa del Señor a la gloria eterna en cuerpo y alma.