jueves, 3 de junio de 2010

CARTA A LOS CRISTIANOS - JUNIO 2010

HOJA INTERPARROQUIAL DE LA PRELATURA DE CAFAYATE
Nº 266 JUNIO 2010

Muy estimada familia:
Un saludo en este mes del Corazón de Jesús. Que brote también, de cada uno de nuestros corazones, un saludo a quien más nos ha amado: “¡Sagrado corazón de Jesús… En vos confío!”
El próximo día 11, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, se clausurará el “Año Sacerdotal”, que el papa Benedicto XVI inició, en esta misma fiesta, el pasado año. Ha sido este un año, según palabras del Papa, para “descubrir la belleza del sacerdocio y de cada sacerdote”. Dios quiera que lo hayamos logrado, a pesar de haber sido un año marcado, sobre todo en esos últimos meses, por la polémica y el escándalo, en gran parte atizado con saña, por los medios de comunicación.
Parafraseando a Teresa de Calcuta, para quien el nacimiento de cada niño demuestra que Dios aún no se ha cansado de los hombres; la ordenación de cada sacerdote prueba que su misericordia para con los mortales es infinita. Porque un sacerdote es: “cura de almas”, término hermoso y didáctico; un “mediador de la gracia”; “otro Cristo”, que en el ejercicio de sus funciones sacramentales, abre a sus hermanos de par en par las puertas del cielo.
En ocasiones abruman los sucesos repugnantes de presbíteros que abusaron de su condición para cometer las más terribles tropelías. Por otra parte la televisión, el cine y la literatura, a veces, han presentado a los sacerdotes como personas execrables, haciendo pensar que el “ejercicio cural” necesita una revisión a fondo. Por eso mismo, este año sacerdotal, que ya concluye, ha sido una gran oportunidad para abrir puertas y ventanas y permitir que entren ráfagas de aire puro.
Puede que el sacerdocio sea uno de los ejercicios más complejos a los que se puede enfrentar un hombre. No sólo por dejar que sus pobres manos, su pobre boca, su inteligencia y voluntad, se conviertan, en determinadas ocasiones, en las de Jesucristo; sino por recoger, desde la mañana hasta la noche, las heridas de los seres humanos y tratar de sanarlas, como el hizo el Santo Cura de Ars. Ser sacerdote, y más en los tiempos que corren, es una aventura; pero una aventura divina, en la que la gracia de Dios sobresale por encima de la pobreza y debilidad humana.
Que la conclusión del año Sacerdotal, no signifique dejar de orar por los sacerdotes y las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal. Todo lo contrario. Nuestro obispo Mariano nos decía: “Oren con insistencia por mis sacerdotes”.
Una oración ante el Corazón de Jesús y un saludo afectuoso para cada uno de ustedes.
Fr. Santiago Alcalde, OSA
Vicario de Pastoral

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