Cuánta alegría nos dio el Señor aquel Catorce de Marzo, hace ya cinco años atrás.
Francisco fue la señal de la providencia que nos hizo palpar una vez más que Dios no abandona a su Iglesia.
Tras la renuncia de Benedicto XVI, muchos se preguntaban a dónde iba a parar la Iglesia. Lo mismo sucedió cuando falleció San Jan Pablo II. Sin embargo Dios estuvo más allá de los hombres y las circunstancias.
Por eso, recordar esta elección no es otra cosa que cantar al Dios Providente que nos sostiene y nos va haciendo caminar sobre las aguas, sin que sepamos cómo y por encima de nuestras dudas (Cf Mt 12,30-32). Porque, más allá de quien sea el Papa, la barca es segura por la presencia de Cristo y, aunque haya muchas cosas que algunos no le entienden a Francisco (hubo quienes no le entendían a Benedicto XVI, a San Juan Pablo II y sin duda a muchos anteriores...), la Iglesia no es de Pedro, sino de su Maestro (Cf. Mt 16,18).
Animémonos siempre a ser la Iglesia de Cristo y recemos por nuestro querido Papa Francisco.