El cuarto domingo de Pascua es el llamado Domingo del Buen Pastor. En él los textos del evangelio presentan como tal a Cristo.
La expresión Buen Pastor, es traducción del griego y puede también traducirse como Hermoso y más profundamente como Auténtico.
La figura del Pastor está siempre referida a sus ovejas, aquellas que escuchan su voz y lo siguen. Frente a ellas aparece un grupo contrario. Serán los seguidores de otras voces, de otros pastores.
Cristo se presenta como el Pastor que da la vida eterna; los otros pastores también ofrecen cosas a sus seguidores, pero no pueden dar esa vida ¿En qué rebaño andamos, qué es lo que perseguimos, qué consideramos indispensable, qué nos quita el sueño? La respuesta a esta pregunta puede mostrarnos a nuestro pastor. Si no es Jesús, estamos a tiempo de redireccionar nuestros pasos; o dejarnos encontrar por Él. El Buen Pastor es el que, dando su vida, busca y recobra a la oveja perdida.
Este Domingo es el dedicado a rezar por las vocaciones sacerdotales y religiosas, porque a través de ellas debe mostrarse al mundo y a la Iglesia el rostro bondadoso de Cristo Buen Pastor. Es una tarea imposible para un hombre. Sólo puede realizarse con la Gracia de Dios. Por eso es necesaria la oración por los pastores. No porque haya pocos, ni para que los Seminarios estén llenos, sino para que los llamados dejen actuar a Dios en sus corazones. Ahora bien, cuantos más sean los ministros que se dejen llevar por la Gracia, tanto mejor estará el rebaño y por eso debemos también rogar para que su número se acreciente. Que sean muchos y cada vez más los que reciban la Gracia de hacer presente a Cristo Buen Pastor entre sus hermanos.
El Papa Francisco dijo en su homilía de Jueves Santo que a través del sacerdote la unción, la Gracia, el Poder de Dios, debe llegar a todo el rebaño, particularmente a los que están en la periferia; es decir, aquellos que están sufriendo. Son los más expuestos a que se comercialice con su buena fe y su necesidad. Hay que rogar para que los consagrados hagan esto para que no terminen siendo gestores, sino intermediarios entre el Señor y sus hermanos. Por eso los invitaba, en aquella oportunidad, a ser pastores con olor a oveja. A estar en medio del pueblo, no para ser populares, sino para transmitirles la palabra, la bendición y la Persona de Jesús Buen Pastor.
El Jueves Santo, Francisco exhortaba:
Queridos fieles, acompañen a sus sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.
Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora.
Recemos por los consagrados, por los sacerdotes, por los seminaristas, por los que son llamados, por los que aún no saben que están siendo convocados, por los que en algún momento lo serán. No olvidemos a nuestros Obispos y al mismo Santo Padre.