Para muchos es sabido que el Papa Benedicto XVI ha inaugurado el Año de la Fe el 11 de Octubre y que está previsto concluirlo el 24 de Noviembre de 2013.
Muchos han aportado valiosísimos materiales al respecto, empezando por el mismo Santo Padre quien nos escribió la carta Porta Fidei, donde explica cuál es el sentido de este año dedicado a la fe.
Conocer en mayor profundidad los contenidos de nuestra fe católica y las consecuencias necesarias e ineludibles que ella trae a nuestra vida concreta, nos pone de frente a lo que el Papa llama la belleza de la fe.
Tal vez resulte llamativo que se hable de esta belleza, cuando en la actualidad suele decirse que la fe es algo tan aburrido; traducido podríamos decir feo.
Tal vez, cuando hablamos de esta belleza, nos remitimos inmediatamente a las representaciones estéticas que hablan de los misterios de la fe. Podríamos pensar en tantas obras de arte que las distintas culturas y épocas han producido, pero ellas no constituyen esa belleza. Podríamos pensar en las celebraciones litúrgicas, con los más variados matices que hoy tienen, fruto del Concilio Vaticano II, pero ellas no agotan esa belleza.
La belleza de nuestra fe, surge de nuestro impacto con la persona de Jesucristo y la Verdad que nos revela. Sin ese contacto personal, toda la preciosidad del arte religioso se cae abajo y hasta puede ser despreciado. Peor aún, puede acabarse.
La fuente de la belleza es Cristo mismo que nos revela al Padre, que nos lleva hasta sus profundidades con la fuerza del Espíritu Santo. Desde allí se comprende la aceptación de las verdades reveladas y formuladas por la Iglesia, de sus consecuencias morales y sus expresiones culturales y cultuales.
Hablando del Catecismo de la Iglesia Católica, cuyo trigésimo aniversario de publicacìón también motiva este Año de la Fe el Papa dice: "A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia", Cristo mismo
Nuestro desafío en este año bien puede ser descubrir y re-descubrir constantemente ese contacto impactante con la Persona de Cristo. Contacto que hace bella nuestra fe y que, como todo lo bello, atrae irresistiblemente e invita a profundizarlo más, sin conocer nunca un punto final; contacto que es gracia divina, descubrimiento humano y que nadie puede silenciarlo, sin compartirlo con los demás.
"Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf.Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban."
Hermanos todos en el Señor: Feliz año de la fe