Dios elige y llama a hermanas y hermanos a ser presencia de Jesús, el Buen Pastor. Es el regalo que, por amor, nos hace Dios de la vocación, a la vida consagrada y al ministerio sacerdotal; un regalo para toda la Iglesia, pueblo suyo, que sigue necesitando del cariño del Buen Pastor. La vocación no es un don solo individual, sino para toda la Iglesia. Cuando una persona siente y vive fiel al llamado que le hace Dios, toda la Iglesia se alegra, porque su vida es signo del don de la caridad de Dios a todo el pueblo. Por eso, como Iglesia, debemos hacernos responsables de cuidar, promover, animar y acompañar a quienes sienten la vocación al sacerdocio y/o a la vida consagrada.Gracias al equipo de Promoción Vocacional Agustiniana de Ntra Sra de la Gracia, Chile, quienes proporcionaron este material
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